¡Que vivan los errores! Cómo enseñar a nuestros hijos a crecer equivocándose.
- Yentami Centeno
- 8 oct 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 abr

Hoy les quiero compartir una historia de esas que se nos quedan grabadas en el corazón y que muestran, una vez más, el poder de dejarnos llevar por el aprendizaje natural, tanto para nuestros pequeños como para nosotras.
Esta mañana, Enzo y yo estábamos en la cocina preparando una receta que nos encanta. Yo, como siempre, le di su espacio para que participara: ¡es su momento favorito del día! Le pedí que partiera unos huevos para la mezcla. Ya antes lo ha hecho con éxito, así que estaba confiada de que todo iba a salir perfecto. Pero, como pasa en la vida, las cosas no siempre salen como las planeamos.
Uno de los huevos se le cayó fuera del bol y terminó hecho un desastre sobre el mesón. Y sí, no les voy a mentir, mi primer instinto fue enojarme. Me salía ese diablito interno que me decía: "¡ay, otro desorden más para limpiar!". Pero respiré hondo, saqué mi mopita y me dispuse a limpiar el desastre. Mientras tanto, Enzo, con sus manitas pegajosas de huevo, se fue al fregadero, las lavó y, al voltear a verme, me dijo con un tono de convicción: "Mamá, el próximo lo haré mejor".

Y ahí supe que tenía que darle otra oportunidad. Porque eso es lo que hacemos con ellos, ¿no? Les dejamos probar y fallar, una y otra vez. Así que le di otro huevo, el bol, y su oportunidad de hacerlo bien esta vez. Lo hizo perfecto. La yema salió intacta, y su carita de felicidad fue un poema. Entonces, con la voz llena de orgullo, me dice: "Mamá, tenías razón, los errores no son malos. Uno aprende cuando se equivoca".
Y ahí fue se me pusieron los ojos aguaditos de alegría. Porque ver cómo lo que les decimos una y otra vez al final se convierte en su propio aprendizaje es algo que no tiene precio. Aprendemos juntos. Yo, como madre, me descubro aprendiendo a manejar mis propias expectativas, a confiar en el proceso, a permitirle a él descubrirse y, a la vez, encontrarme a mí misma como guía en su camino.
Entonces, ¿qué podemos hacer para que nuestros hijos vean los errores como oportunidades y no como fracasos? Aquí les dejo algunos tips que a mí me han funcionado:
1. Cambia tu perspectiva sobre el error. Si nosotros vemos el error como algo negativo, ellos lo percibirán igual. Mostrarles que equivocarse es una parte normal del proceso de aprendizaje les dará confianza para intentarlo nuevamente.
2. Dale la oportunidad de intentarlo otra vez. Como con Enzo y los huevos, dejarles volver a intentarlo sin juzgarles les da la seguridad de que su esfuerzo vale más que el resultado.
3. Reflexiona con ellos. Preguntarles qué creen que salió mal y qué harían diferente la próxima vez les ayuda a desarrollar un pensamiento crítico y a ser más conscientes de sus acciones.
4. Recuérdales que siempre pueden contar contigo. Saber que tienen nuestro apoyo incondicional les da la libertad de explorar, de cometer errores y de crecer a su propio ritmo.
En este camino del aprendizaje libre y autodirigido, el error no es el enemigo. Al contrario, es un aliado, un maestro silencioso que nos enseña tanto a ellos como a nosotras a caminar esta aventura de la vida con más paciencia, amor y confianza.
Y mientras escribo esto, no puedo evitar sentirme agradecida por tener la oportunidad de ser testigo y partícipe de estos momentos tan auténticos. Que podamos seguir aprendiendo bonito, cada día un poquito más.
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