Las últimas semanas me obligaron a frenar: enfermedad, cansancio, caos y culpa. Pero en ese paréntesis descubrí algo poderoso: aunque yo pare, el aprendizaje de Enzo no se detiene. Este post es una reflexión honesta sobre soltar el control, escuchar al cuerpo y confiar en que los niños siempre están aprendiendo, incluso en los días más “flojos”.