Cuando mi hijo me desafió... y no lo castigué
- Yentami Centeno
- 7 abr
- 3 Min. de lectura
Una historia real sobre crianza respetuosa y gestión emocional.

Todo comenzó con una partida de tres en raya…
Estaban Enzo y sus primos jugando. La cosa venía bien hasta que hubo una confusión con las reglas. Enzo, que todavía no las dominaba, cometió un error. Y sus primos, mayores que él, se lo hicieron saber de inmediato.
Vinieron a buscarme. Y cuando Enzo se dio cuenta de que, efectivamente, había jugado mal… se enojó. Pero no un enojo cualquiera. Se enojó con todo.
Tiró el cuaderno con el que jugaban. Lo lanzó lejos. Y se fue a su habitación, con pasos fuertes y mirada desafiante.
Y yo… yo también me estaba muuuuy enojanda
En ese momento, sentí cómo algo se me movía por dentro. Una mezcla de vergüenza, molestia y esas ganas locas de ir tras él y decirle: “¡Eso no se hace!”
Pero también sé lo que estamos construyendo juntos. Y sé que la crianza respetuosa no se trata solo de hablar bonito cuando todo va bien. Se trata de sostenernos cuando las emociones explotan. Así que hice lo que tantas veces nos ha funcionado: dejé que se calmara. Lo dejé solo en su cuarto, con su rabia y su orgullo herido.
Lo fui a buscar… y me topé con una pared
Cuando pasaron unos minutos, fui a verlo. Estaba leyendo. Le dije: “Enzo, ¿podemos hablar un momentico?”. Y él… me ignoró.
Le hablé otra vez, y nada. Hasta que al fin me miró y me dijo, con esa mezcla entre enojo y desafío:“¿Y eso qué importa?”
Ahí sí, sentí cómo se me encendía todo por dentro. Mi niña interna gritando “¡¿Así me vas a hablar?!” Y otra parte mía diciéndome: “Respira. Este no es el momento para enseñar. Es el momento para acompañar.”
Le dije con firmeza que no estaba bien hablar así. Y me retiré.
La sorpresa llegó después
Al rato, fue él quien vino a buscarme. Me dijo que quería hablar a solas. Y ahí, con la carita baja y la voz suave, me pidió disculpas.
Me explicó que se había sentido mal por haberse equivocado frente a sus primos. Que no le gustó que lo corrigieran. Que no supo cómo manejar ese sentimiento. Y me abrazó fuerte.Y yo solo pensé: Gracias Dios por darme la paciencia que no siempre tengo.
Gritar con la almohada (y reírse también es sanar)
Hablamos del enojo. De cómo se siente en el cuerpo.Y le mostré algo que hacemos a veces cuando estamos muy frustrados: gritar dentro de una almohada.Le pareció tan gracioso que terminó riéndose a carcajadas.
Lo que no se ve, pero se siente
A veces uno cree que la crianza respetuosa es dejar que el niño haga lo que quiera. Pero no. Es sostener límites desde el amor. Es tener firmeza con ternura. Es saber cuándo hablar… y cuándo callar para no romper la conexión.
Ese día no hubo sermones. No hubo castigos. No hubo amenazas. Y sin embargo, sí hubo aprendizaje. Y del profundo.
¿Y si yo hubiera gritado?
¿Y si en ese momento lo hubiese regañado fuerte? ¿Si lo hubiese castigado? Probablemente se habría encerrado más. No habría pedido perdón. No habría aprendido nada sobre su emoción.
Yo tampoco fui criada así. Esto lo estoy aprendiendo con él. Cada día. Cada desafío. Porque sí, a veces el verdadero aprendizaje está en no reaccionar como lo harías por impulso, sino como lo harías por amor.
¿Y tú, cómo acompañas los momentos difíciles?
¿Te ha pasado algo así con tu hijo o hija? ¿Cómo manejas tú esos momentos de enojo, desafío o berrinche?
Te leo con el corazón abierto. 💌
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