Ser mamá unschooler: cuando la carga mental pesa más que el polvo
- Yentami Centeno

- 10 nov
- 3 Min. de lectura

Hay algo que nadie te cuenta cuando decides educar sin escuela: no estás menos presente… estás más presente que nunca.
Porque aquí no hay horarios impuestos ni agendas diseñadas por otros.
Aquí el aprendizaje depende de lo más simple y a la vez lo más complejo del mundo: mirar.
Mirar de verdad.
Escuchar.
Atender.
Acompañar cada idea loca, cada pregunta, cada chispa de curiosidad que aparece sin avisar.
Y eso… agota. En serio. Agota muchísimo.
Ser mamá unschooler no es estar menos presente… es estar más presente que nunca.
Vivo en un distrito gris, sin árboles y rodeada de cerros de tierra.
Parece que cada brisa viene con la intención malvada de decirme:
“¿Creíste que ya habías limpiado suficiente? JAJA, vuelve a empezar”. 😂
La casa es un bucle infinito: se lava, se organiza, se cocina, se recoge…
se lava, se organiza, se cocina, se recoge.
se lava, se organiza, se cocina, se recoge.
Y al día siguiente, sorpresa, todo está igualito que antes.
Y yo allí, luchando contra el polvo como si fuera el villano principal de esta temporada.
A eso súmale que estoy aprendiendo a ser bloguera.😣
Ensayo, error, ¡más error!, tutoriales, Canva, SEO y respiro.
Tengo 3 ebooks publicados.
¿Ventas? 😬
Digamos que… mi familia y mi amiga Tanya, están muy orgullosos de mí.
Sí, mi familia y Tanya, porque solo ellos los han leído. 😂
Y aun así sigo creando salidas, experiencias y recursos.
Sigo buscando ideas nuevas para Enzo, para que explore mil mundos, para que aprenda y sea feliz.
Quiero que tenga un millón de oportunidades, aunque yo a veces no tenga ni 8 horas de sueño.
Spoiler: llevo un año con insomnio.
La perimenopausia dijo:“Hola, vengo a complicarte todo un poquito más”.
Por las noches mi cabeza se convierte en un Google sin wifi que insiste en seguir cargando:
• Pantallas… ¿fueron demasiadas hoy?
• Mañana lo saco al parquecito, lo prometo.
• ¿Cuántos vegetales le di esta semana? ¿El tomate cuenta, verdad?
• ¿Cómo ahorro para ese libro que quiere?
• ¿Cómo monetizo el blog para seguir dándole oportunidades?
• ¿Y si no lo estoy haciendo suficiente?
• ¿Y si lo arruino?
Y viene la culpa.
Y la ansiedad.
Y a veces me pregunto:
¿Podré con todo esto mañana?
Porque quiero ser mil versiones de mí a la vez:
La mamá paciente, dulce y presente.
La esposa amorosa.
La hija que cuida.
La ama de casa perfecta con galletas recién horneadas.
La facilitadora del aprendizaje creativo.
La emprendedora que saca el blog adelante.
Quiero serlo todo.
Y a veces siento que no soy nada.
La carga mental de criar y educar es invisible… pero el amor también lo es, y mueve montañas.
Entonces, ¿por qué sigo?
¿Por qué cada mañana vuelvo a levantarme, a limpiar, a crear, a soñar?
Porque tengo un motor chiquito, curioso, de ojos brillantes.
Se llama Enzo.
Y sé que tú también tienes el tuyo.
Ese que te mira como si fueras capaz de sostener el universo completo.
Ese que te impulsa incluso cuando tu cuerpo grita “por favor, cinco minutos más”.
Nuestros hijos son nuestra gasolina.
Nuestro propósito.
Nuestra fuerza cuando decimos “no puedo más”…
y sin embargo, podemos un poquito más.
A veces siento que estoy al borde del colapso…
y si tú también lo sientes, ya somos dos en esta batalla silenciosa.
Si estás cansada como yo, no es un defecto.
Es la prueba viva de que estás trabajando por amor, aunque nadie lo aplauda.
Si la culpa también te visita en la madrugada, mientras intentas dormir,
respiremos juntas… mañana tendremos otra oportunidad.
Lo estás haciendo bien, incluso en los días grises.
Si como yo, a veces crees que nadie nota tu esfuerzo…mira a tu hijo.
Yo miro al mío, y en su forma de ser, en su alegría, en su curiosidad veo que esta lucha mía sí está transformando la vida de alguien.
Seguimos.
Por ellos.
Con ellos.
Aunque el polvo vuelva mañana.
💚 Gracias por acompañarme, por leerme y dejarme acompañarte.
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Prometo seguir contando la verdad: la hermosa y también la cansada.




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